10 pueblos encantadores del Camino de Santiago para descubrir en verano

El Camino de Santiago no solo es una ruta espiritual o deportiva, también es un viaje cultural a través de siglos de historia y arquitectura, donde cada pueblo conserva el legado de los miles de peregrinos que lo recorren año tras año. Aunque algunas de las paradas más conocidas están en grandes ciudades como Pamplona, Burgos o León, la esencia del Camino se encuentra en sus pequeños pueblos. Allí, entre calles empedradas, iglesias románicas y casas tradicionales, se respira el verdadero espíritu jacobeo. A continuación, te invitamos a conocer diez de los pueblos más encantadores para disfrutar este verano mientras recorres el Camino de Santiago.

Roncesvalles (Navarra)
Justo después de cruzar desde Saint-Jean-Pied-de-Port en Francia, el primer gran hito del Camino en tierras españolas es Roncesvalles. Este pequeño pueblo navarro ha sido durante siglos el punto de entrada a la península para miles de peregrinos. La Real Colegiata de Nuestra Señora, de estilo gótico, y la capilla del Sancti Spiritus, el edificio más antiguo del lugar, son dos paradas imprescindibles. En la Edad Media ya se daba la bienvenida a los caminantes con una inscripción que lo decía todo: “La puerta se abre a todos, enfermos y sanos, católicos o paganos”.

Puente la Reina (Navarra)
A menos de 30 kilómetros de Pamplona, se encuentra esta localidad donde confluyen el Camino Francés y el Camino Aragonés. Su calle Mayor está repleta de historia y vida peregrina, pero la joya del pueblo es su puente románico del siglo XI, una imponente estructura de piedra que cruza el río Arga y da nombre al municipio. Caminar por sus calles empedradas es como retroceder en el tiempo.

Estella (Navarra)
Entre Puente la Reina y Logroño, Estella destaca por su pasado medieval y su riqueza arquitectónica. Nacida al calor del Camino, esta villa conserva edificios notables como el Palacio de los Reyes de Navarra –único edificio civil románico que se mantiene en pie en la región– y varias iglesias de gran valor, como la del Santo Sepulcro y San Pedro de la Rúa. Además, su famoso puente románico de un solo arco y las tiendas tradicionales de la calle de Curtidores le dan un carácter especial.

Santo Domingo de la Calzada (La Rioja)
Este pueblo riojano es otro de los grandes nombres del Camino. Su catedral, dedicada a San Salvador, guarda los restos de Santo Domingo y acoge, en una jaula, a un gallo y una gallina vivos, protagonistas de una de las leyendas más famosas del Camino. Sus calles medievales y el antiguo hospital de peregrinos –hoy convertido en Parador– son testimonio de su importancia histórica.

Frómista (Palencia)
Palencia alberga uno de los patrimonios románicos más importantes de Europa, y Frómista es un claro ejemplo. Su iglesia de San Martín de Tours, del siglo XI, es considerada una joya del románico, con más de 300 canecillos tallados en sus muros. El pueblo también ofrece otras visitas interesantes, como la iglesia de Santa María del Castillo y el Museo de Arte Sacro. Y si quieres cambiar de perspectiva, puedes embarcarte en el Juan de Homar para navegar por el Canal de Castilla.

Castrojeriz (Burgos)
A unos 40 kilómetros de Burgos, este pueblo se extiende a lo largo de una calle principal de más de dos kilómetros, flanqueada por iglesias y casas con historia. Castrojeriz llegó a tener hasta siete hospitales de peregrinos. De ellos, el de San Antón, situado en las afueras, es uno de los más conocidos de Europa. Entre los puntos de interés figuran la plaza porticada, la excolegiata de Santa María del Manzano, el claustro de San Juan y las vistas desde el castillo en ruinas.

Castrillo de los Polvazares (León)
Muy cerca de Astorga, en la comarca de la Maragatería, este pequeño pueblo destaca por sus calles empedradas y sus casas de piedra rojiza con grandes portones. Es un ejemplo vivo de la arquitectura tradicional maragata. Su fama gastronómica también lo precede: muchos peregrinos hacen aquí una pausa para degustar el cocido maragato, uno de los platos más representativos de la región. Desde aquí, se puede seguir la ruta hacia pueblos cercanos como Val de San Lorenzo o Santa Colomba de Somoza.

Villafranca del Bierzo (León)
Conocida como “la pequeña Compostela”, Villafranca fue un importante enclave romano debido a las cercanas minas de oro de Las Médulas. Más tarde, los peregrinos contribuyeron a convertirla en un centro espiritual lleno de iglesias, conventos y monasterios. La colegiata de Santa María, el castillo, la plaza Mayor y su casco histórico repleto de palacios y jardines, como el de la Alameda, hacen que merezca una visita pausada.

O Cebreiro (Lugo)
Entrada a Galicia por los Ancares lucenses, O Cebreiro conserva el aspecto de una aldea ancestral. Las pallozas –viviendas de origen prerromano con techo de paja– siguen en pie y nos transportan siglos atrás. El pueblo también es famoso por su queso con denominación de origen, el “queixo do Cebreiro”, que puede comprarse en la quesería Castelo de Brañas, un emprendimiento familiar que ha ganado reconocimiento por su calidad.

Portomarín (Lugo)
Ya en la recta final del Camino, este pueblo sorprende por su historia única. El Portomarín original fue inundado en los años 60 para construir el embalse de Belesar. Los habitantes trasladaron sus monumentos piedra a piedra a una colina cercana, incluyendo las iglesias de San Xoán y San Pedro. Hoy en día, Portomarín conserva ese espíritu resiliente y ofrece rincones con mucho encanto, como la escalinata de piedra que lleva a la capilla de las Nieves o el castro de Castromaior, uno de los yacimientos celtas mejor conservados de Galicia.

Estos diez pueblos son solo una pequeña muestra del tesoro cultural y humano que representa el Camino de Santiago. Cada uno con su encanto, su historia y su sabor, ofrecen al peregrino mucho más que descanso: una conexión auténtica con las raíces de una de las rutas más emblemáticas de Europa. Este verano, anímate a recorrerlos y descubrir la magia que se esconde en cada etapa del camino.