Este hábito podría estar causándote ansiedad y agotamiento sin que lo notes.
Cuando pensamos en estrés, lo primero que suele aparecer en la lista son las preocupaciones laborales, la presión académica, los problemas personales o la falta de descanso. Sin embargo, existe un hábito silencioso, cotidiano y sorprendentemente común que puede desencadenar síntomas muy similares a los del estrés, aun cuando la persona crea que está llevando una vida relativamente equilibrada. Ese hábito es la deshidratación, un problema que gran parte de la población subestima y que, sin embargo, tiene consecuencias tanto físicas como emocionales.
Muchas personas pasan el día entero sin beber agua de manera regular, confiando únicamente en la sensación de sed. El problema es que la sed aparece cuando el cuerpo ya está deshidratado, no antes. Por eso, guiarse solo por ese indicador hace que sea muy fácil pasar horas sin ingerir líquidos y llevar al organismo a un estado que activa mecanismos internos relacionados directamente con la respuesta al estrés.
La falta de agua no solo afecta funciones visibles como la piel, la digestión o el rendimiento físico. También impacta en el sistema hormonal, especialmente en la producción de cortisol, la hormona conocida como marcadora del estrés. Cuando los niveles de cortisol aumentan, aparecen síntomas como irritabilidad, ansiedad, dificultades para concentrarse, cansancio persistente, tensión muscular e incluso problemas para dormir.
Es decir, una persona puede pensar que está atravesando un período particularmente estresante, cuando en realidad su cuerpo simplemente está reaccionando a la falta de hidratación adecuada. Este patrón es mucho más común de lo que parece y se acentúa en quienes pasan varias horas concentrados en una tarea, quienes trabajan frente a pantallas o quienes, por costumbre, reemplazan el agua por bebidas azucaradas, café o infusiones.
Un trabajo científico reciente encontró que quienes ingieren menos de un litro y medio de agua por día presentan incrementos significativos en sus niveles de cortisol. El aumento ronda el 50% en comparación con personas que mantienen una hidratación adecuada. Para ponerlo en perspectiva: ese incremento es suficiente para que el cuerpo active una cascada de respuestas típicas del estrés, aun en ausencia de situaciones emocionalmente demandantes.
¿Cómo se relacionan la deshidratación y el estrés?
El vínculo entre ambos factores tiene que ver con un mecanismo interno muy preciso. Cuando el cuerpo detecta que la cantidad de agua disponible disminuye, libera una hormona llamada vasopresina. Esta sustancia ayuda a los riñones a retener líquidos, pero también tiene efectos en el cerebro, especialmente en el hipotálamo, que es el centro encargado de regular la respuesta al estrés.
Ante un estado de deshidratación, la vasopresina estimula la liberación de cortisol, preparando al organismo para una situación que interpreta como una amenaza fisiológica. Esto explica por qué una persona deshidratada puede sentirse tensa o fatigada aun sin un motivo aparente.
Lo más llamativo es que la mayoría de los participantes de estudios sobre hidratación aseguraban no sentir sed, lo que demuestra lo poco confiable que es usar ese indicador como referencia. El cuerpo puede estar deshidratado sin enviar señales claras, pero sí refleja el problema a través de síntomas que solemos atribuir a otras causas.
¿Cuáles son las señales de que podrías estar deshidratado?
Aunque no siempre se percibe de inmediato, existen señales que permiten sospechar falta de hidratación. Algunas pueden ser muy sutiles:
- Dolor de cabeza recurrente o sensación de presión en la sien
- Dificultad para pensar con claridad o para mantener la atención
- Cansancio repentino en horas en las que no debería aparecer
- Sensación de ansiedad sin razón aparente
- Boca seca o labios resecos
- Irritabilidad o cambios de humor
- Latidos acelerados en reposo
- Calambres o tensión muscular
Una forma sencilla de evaluar la hidratación es observar el color de la orina. Si bien la primera de la mañana suele ser más oscura, el resto del día debería verse más clara y casi transparente. Cuando el color es amarillo intenso de manera persistente, es un indicio de que falta agua.
¿Cómo mantenerse hidratado de manera práctica y constante?
Uno de los principales obstáculos para tomar agua de manera regular es que muchas personas sienten que simplemente “se olvidan”. Por eso, adoptar hábitos concretos es fundamental para revertir ese patrón. Algunas estrategias recomendadas:
- Tener una botella de agua siempre a mano. Llevarla consigo durante la jornada laboral, en la mochila, en el auto o en el escritorio ayuda a beber sin pensarlo demasiado.
- Beber un vaso de agua al despertar. Después de varias horas de sueño, el cuerpo ya se encuentra en un estado leve de deshidratación.
- Agregar recordatorios en el celular. Pequeñas alarmas cada dos horas pueden marcar una diferencia notable.
- Tomar agua antes de cada comida. No solo hidrata, sino que ayuda a regular el apetito y evita confundir sed con hambre.
- Consumir frutas y verduras ricas en agua. Pepino, melón, naranja, frutilla y manzana son opciones que contribuyen a la hidratación diaria.
- Evitar depender solo del café o las gaseosas. Estas bebidas no sustituyen el agua y en algunos casos pueden aumentar la pérdida de líquidos.
Lo interesante de este hallazgo es que muestra que algo tan simple como beber agua con regularidad puede prevenir síntomas que solemos asociar exclusivamente a problemas emocionales o psicológicos. En realidad, el cuerpo necesita una base fisiológica estable para funcionar bien, y la hidratación es uno de los pilares más importantes.
A veces, mejorar el descanso emocional no requiere grandes cambios, sino prestar atención a pequeñas acciones diarias. Mantener una botella cerca, observar el color de la orina o incorporar rutinas de hidratación puede ser el primer paso para reducir tensiones, mejorar el ánimo y recuperar la energía.
En un mundo en el que la presión cotidiana es constante, atender un hábito tan básico puede marcar la diferencia entre sentirse agotado sin motivo o transitar el día con mayor claridad y bienestar. La hidratación adecuada no solo es fundamental para el cuerpo, sino también para la estabilidad emocional y el equilibrio mental. Y lo mejor de todo es que está al alcance de cualquiera.



