Ahogos nocturnos: una señal de alerta que tu cuerpo no quiere que ignores

Hay noches en las que el cuerpo envía un mensaje tan claro que resulta imposible pasarlo por alto. Personas que están por quedarse dormidas y, de repente, sienten que el aire no entra, que el pecho se cierra, que despiertan de golpe tomando una bocanada desesperada. Muchos lo atribuyen al estrés, a un mal sueño o a una simple sobresaltada nocturna, pero la realidad es que estas sensaciones suelen ser una advertencia que no debe minimizarse.

Cuando ocurre ese ahogo al dormir, lo que sucede en el organismo es mucho más complejo de lo que parece. La respiración, que debería mantenerse estable y fluida mientras el cuerpo descansa, se interrumpe por algunos segundos. En ese instante, el cerebro entra en un estado de alerta, como si estuviera recibiendo un llamado urgente para retomar el control. El corazón, por su parte, acelera su ritmo para compensar la disminución de oxígeno y garantizar que el cuerpo siga funcionando con normalidad.

Esa es la razón por la cual la persona se despierta con una sensación tan intensa: palpitaciones, sobresalto, inquietud y la nítida percepción de que algo no está en orden. El cuerpo, lejos de exagerar, está defendiendo su propio equilibrio. Se trata de una reacción inmediata para volver a respirar, una forma de protección que no debe interpretarse como algo menor.

Las causas de este fenómeno pueden ser variadas. En ocasiones tiene que ver con la posición al dormir, especialmente cuando el cuerpo adopta posturas que dificultan el paso del aire. En otros casos aparece por tensión muscular profunda, que afecta los movimientos naturales de la respiración. También puede estar relacionado con ronquidos intensos, cansancio acumulado, hábitos como cenar demasiado tarde o una exigencia constante sobre el sistema respiratorio a lo largo del día.

A pesar de ello, muchas personas suelen acostumbrarse a estos episodios. Dicen que “siempre les pasa”, que “no es para tanto” o que “al rato se les quita”. Normalizar estos episodios puede llevar a ignorar una señal importante, porque el organismo no envía advertencias al azar. Cuando la respiración se interrumpe durante el sueño, el cuerpo está diciendo, de forma contundente, que algo necesita atención.

En el momento en que ocurre un episodio de falta de aire, algunas acciones pueden ayudar a recuperar la estabilidad. Sentarse de inmediato, respirar de manera lenta y profunda por la nariz, exhalar suavemente por la boca y enderezar la postura permite que el flujo de oxígeno vuelva a regularse. Beber un poco de agua también puede contribuir a relajar la musculatura. Además, evitar dormir boca arriba o cenar comidas pesadas puede reducir la frecuencia de estos episodios.

Sin embargo, lo más importante es no restarle importancia cuando estos sucesos se repiten. Si se vuelven constantes, si generan miedo al dormir o si se transforman en una experiencia habitual, es fundamental prestar atención. No se trata de un signo de debilidad ni de un problema imaginario. Es, con claridad, un aviso.

El cuerpo necesita respirar correctamente para repararse, especialmente durante la noche. Cuando ni siquiera en ese momento logra hacerlo sin interrupciones, es una señal de que ciertos hábitos deben ajustarse o que tal vez sea necesario evaluar la situación con mayor profundidad.

El ahogo al dormir no es un destino inevitable, pero sí un mensaje directo. Ignorarlo no hará que desaparezca. Reconocerlo, en cambio, es el primer paso para recuperar el bienestar y permitir que el descanso nocturno vuelva a ser lo que debe ser: un espacio de reparación, equilibrio y calma. El cuerpo, cuando habla, lo hace por una razón. Escucharlo es siempre la mejor decisión.