ADN antiguo revela las rutas migratorias de los mastodontes en América del Norte
Los mastodontes fueron enormes mamíferos prehistóricos emparentados con los elefantes actuales. Habitaron principalmente en América del Norte hace alrededor de tres millones de años y se distinguían por su cuerpo macizo, cubierto de pelo, y por sus largos colmillos rectos. Durante mucho tiempo se creyó que estos animales tenían una distribución limitada, pero un nuevo análisis genético ha revelado que eran grandes viajeros y que sus rutas migratorias fueron mucho más extensas y complejas de lo que se pensaba.
Un equipo de investigadores de Canadá y Estados Unidos logró reconstruir parte de su historia evolutiva a partir del ADN antiguo extraído de fósiles encontrados en distintas regiones del continente. El trabajo, publicado en la revista Science Advances, demuestra que los mastodontes no solo se desplazaban grandes distancias, sino que también se adaptaron a una amplia variedad de entornos, modificando sus patrones de movimiento según los cambios climáticos.
Los grandes viajeros del Pleistoceno
Durante la última Edad de Hielo, los mastodontes fueron una de las especies más impresionantes del planeta. Se extendieron desde las regiones frías de Beringia (actual Alaska y Yukón) hasta zonas templadas como Nueva Escocia y el sur de México. Su dieta era fundamentalmente vegetal, compuesta de ramas, hojas y arbustos, lo que indica que preferían los bosques húmedos y las áreas pantanosas, muy diferentes a los pastizales abiertos donde vivían los mamuts lanudos.
El nuevo estudio sobre ADN antiguo permitió a los científicos rastrear la distribución de los distintos linajes de mastodontes y descubrir que existían varios grupos genéticos bien diferenciados. Esto demuestra que su diversidad fue mucho mayor de lo que se creía, lo que sugiere que se adaptaron a diferentes hábitats y que incluso podrían haber coexistido distintas especies en una misma región.
Análisis de ADN y reconstrucción de genomas
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores analizaron fósiles de dientes, colmillos y huesos, algunos de hasta medio millón de años de antigüedad. Entre los restos examinados se incluyeron ejemplares de Nueva Escocia y de la costa este de América del Norte, además de un hallazgo único: un mastodonte del Pacífico procedente de Tualatin, en Oregón. También se estudió un genoma mitocondrial parcial recuperado en Ontario Norte.
A partir de estos fragmentos de ADN degradado, el equipo logró reconstruir genomas mitocondriales y establecer vínculos evolutivos entre los diferentes grupos. El resultado fue un mapa genético que muestra cómo los mastodontes del Pacífico formaban una rama antigua y bien diferenciada, con un rango de distribución mucho más amplio del que se había estimado. Esta línea genética podría haberse extendido desde el noroeste del Pacífico hasta el sur de México, atravesando regiones como Alberta y el norte de Estados Unidos.
Alberta, un punto de encuentro
Uno de los hallazgos más llamativos del estudio es la importancia que tuvo la región de Alberta, en Canadá, como corredor migratorio. Los análisis indican que allí convergieron mastodontes procedentes del Pacífico y del este de América del Norte, lo que convierte a esa zona en un auténtico punto de encuentro de poblaciones distintas. La evidencia sugiere que en esa región pudieron mezclarse o incluso cruzarse, generando nuevas ramas genéticas.
Esta dinámica migratoria refleja la notable capacidad de adaptación de los mastodontes frente a los constantes cambios ambientales. Cuando el clima se volvía más cálido y los glaciares retrocedían, las poblaciones se expandían hacia el norte aprovechando los nuevos territorios. En cambio, cuando las temperaturas descendían y el hielo avanzaba, se desplazaban hacia el sur o desaparecían de algunas áreas.
Diversidad genética y oleadas migratorias
El análisis de las muestras provenientes de la costa este y del norte de Ontario permitió identificar al menos dos nuevos grupos genéticos que habitaron en distintas épocas. Esto significa que los mastodontes orientales no pertenecían a una sola población continua, sino que llegaron a esas regiones en diferentes oleadas migratorias.
Se calcula que estas migraciones se produjeron en al menos tres etapas, impulsadas por los ciclos naturales de calentamiento y enfriamiento del planeta. Cada vez que los glaciares se retiraban, los mastodontes aprovechaban la apertura de nuevos paisajes para colonizar el norte. Cuando el clima se tornaba más severo, retrocedían hacia zonas más templadas, generando así un movimiento constante de avance y repliegue a lo largo de miles de años.
El estudio también identificó una misteriosa línea genética en México, que podría pertenecer a una rama muy antigua del mastodonte del Pacífico (Mammut pacificus) o incluso representar una especie todavía no reconocida por la ciencia. Esta posibilidad abre un nuevo capítulo en la comprensión de la evolución de estos animales y de su diversificación en el continente.
Un retrato del pasado
Gracias al ADN antiguo, los investigadores pudieron reconstruir un retrato más detallado de cómo era la vida de los mastodontes y cómo respondían a los cambios del entorno. Cada secuencia genética recuperada es como una cápsula del tiempo que permite entender las transformaciones ecológicas del continente.
La combinación de genética y paleontología no solo ofrece información sobre la distribución geográfica, sino también sobre las adaptaciones ecológicas de los mastodontes. Por ejemplo, los datos sugieren que estas criaturas podían modificar su dieta dependiendo del ambiente, lo que les permitió sobrevivir en regiones muy diferentes entre sí, desde los bosques del noreste hasta los valles del Pacífico.
Más allá de los fósiles
Los resultados de esta investigación no se limitan a describir la historia de una especie extinta. También ofrecen lecciones valiosas sobre cómo el cambio climático puede afectar la movilidad y la supervivencia de los animales. Las fluctuaciones de temperatura y el deshielo que impulsaron a los mastodontes a desplazarse hacia nuevas áreas recuerdan, en cierta medida, los movimientos que hoy experimentan algunas especies ante el calentamiento global.
Entender los patrones migratorios del pasado ayuda a anticipar cómo las especies actuales podrían reaccionar ante los cambios ambientales del presente y del futuro. Así como los mastodontes se vieron obligados a buscar nuevos territorios en busca de alimento y condiciones más favorables, muchos animales modernos están comenzando a modificar sus rutas migratorias debido al aumento de las temperaturas y la pérdida de hábitats.
Una mirada al futuro desde el pasado
Los mastodontes desaparecieron hace aproximadamente 11.000 años, probablemente como consecuencia de una combinación de factores: el enfriamiento extremo al final de la Edad de Hielo, la reducción de los ecosistemas boscosos y la presión de la caza humana. Sin embargo, su legado sigue vivo en el registro fósil y en las secuencias de ADN que han resistido el paso del tiempo.
Cada nuevo descubrimiento amplía la comprensión sobre cómo funcionaban los ecosistemas antiguos y cómo los grandes mamíferos interactuaban con su entorno. Este tipo de investigaciones, basadas en tecnología genética avanzada, permite reconstruir una parte del pasado que durante siglos permaneció en silencio.
Hoy, el estudio del ADN de los mastodontes no solo resuelve enigmas evolutivos, sino que también contribuye a reflexionar sobre la relación entre las especies y el clima. Comprender su historia nos recuerda que la vida en la Tierra siempre ha estado en movimiento, y que la adaptación ha sido, y seguirá siendo, la clave de la supervivencia.
El análisis genético de los mastodontes demuestra que estos gigantes del Pleistoceno fueron mucho más que simples habitantes de las llanuras heladas. Fueron exploradores incansables que recorrieron todo un continente, adaptándose a un mundo en constante cambio. Su historia, grabada en el ADN y desenterrada millones de años después, sigue ofreciendo valiosas pistas sobre cómo los seres vivos enfrentan los desafíos del clima y la transformación del planeta.



