Científicos descubren que los cuervos tienen una habilidad que se creía única del ser humano

Durante mucho tiempo se pensó que ciertas capacidades cognitivas eran exclusivas del ser humano. Una de ellas era la comprensión y el reconocimiento de formas geométricas irregulares, una habilidad vinculada al razonamiento visual y a la capacidad de abstracción. Sin embargo, recientes experimentos realizados en Alemania han revelado un hallazgo inesperado: los cuervos también poseen esta facultad, lo que cambia por completo la percepción que tenemos sobre su inteligencia.

El estudio se llevó a cabo con cuervos carroñeros (Corvus corone corone), aves ya conocidas por su ingenio y su capacidad para resolver problemas complejos. Estos animales han demostrado a lo largo del tiempo que son capaces de fabricar herramientas, recordar rostros humanos e incluso planificar con antelación. Ahora, a esa lista se suma otra cualidad que los coloca aún más cerca del nivel cognitivo de los primates: el entendimiento de conceptos geométricos.

Los experimentos consistieron en someter a dos cuervos adultos a pruebas visuales con diferentes conjuntos de figuras. La dinámica era sencilla: dentro de cada grupo de formas había un “intruso”, es decir, una figura que no compartía las mismas propiedades geométricas que las demás. El reto para los cuervos era identificar esa figura diferente. Aunque pudiera parecer una prueba simple para los humanos, lo cierto es que nunca antes un ave había demostrado éxito en un desafío de este tipo.

En la primera parte, los cuervos recibieron conjuntos de seis figuras no cuadriláteras. Entre ellas había cinco estrellas de distinto tamaño, posición y rotación, acompañadas de una luna creciente como forma distinta. El objetivo era reconocer cuál no encajaba en el grupo. Los resultados fueron sorprendentes: ambos cuervos lograron identificar correctamente la figura intrusa en un número de ocasiones muy superior a lo esperado por azar.

La prueba se complicó en la siguiente fase. Esta vez los conjuntos incluían cuadriláteros: cuadrados, rombos, trapecios y figuras de cuatro lados más irregulares. Nuevamente, entre ellas se escondía una forma intrusa. Los cuervos, sin haber recibido entrenamiento previo, fueron capaces de distinguir con notable precisión cuál era la diferente. Uno de ellos acertó en casi la mitad de los intentos, mientras que el otro superó el 56 % de respuestas correctas, un porcentaje mucho más alto que el que se lograría al azar.

Lo más llamativo es que su desempeño no fue fruto del aprendizaje durante el proceso. Desde las primeras pruebas ya mostraban esta capacidad, lo que indica que no fue algo adquirido en el momento, sino una habilidad innata. Esto sugiere que los cuervos poseen de manera natural un sentido geométrico, una intuición que no requiere entrenamiento ni repetición para manifestarse.

Al analizar más a fondo los resultados, se observó que las aves tuvieron mayor facilidad con las formas que presentaban ángulos rectos, simetría o líneas paralelas. Cuando las figuras se volvieron más irregulares, con ángulos desiguales y contornos menos definidos, su rendimiento disminuyó. Esto da a entender que, al igual que los humanos, los cuervos utilizan criterios básicos como la simetría o la proporción de los lados para reconocer irregularidades.

La importancia de este hallazgo va más allá de la simple curiosidad científica. Reconocer figuras geométricas puede tener un papel clave en la vida cotidiana de estas aves. En la naturaleza, la capacidad para distinguir patrones y detectar irregularidades puede ser esencial para orientarse en el espacio, identificar objetos en movimiento o diferenciar elementos en el entorno. Por ejemplo, reconocer la forma de un depredador entre la vegetación, distinguir un objeto extraño en un grupo de alimentos o incluso orientarse con base en la disposición de elementos naturales del paisaje.

Lo que resulta más fascinante es cómo esta habilidad rompe con la idea de que la geometría es un dominio exclusivamente humano. Durante siglos, se pensó que conceptos como la geometría euclidiana eran una construcción intelectual propia de nuestra especie. Sin embargo, estos experimentos demuestran que las bases de ese conocimiento están más arraigadas en la naturaleza de lo que se creía, y que otras especies también son capaces de percibir el mundo a través de estas nociones.

Los cuervos carroñeros, protagonistas de estas pruebas, no son aves desconocidas en el campo de la cognición animal. Diversos estudios a lo largo de los años han documentado su habilidad para usar herramientas, resolver rompecabezas y adaptarse a distintos entornos urbanos. Pueden recordar la ubicación de objetos ocultos durante largos periodos y poseen una memoria social que les permite reconocer a individuos humanos que han representado una amenaza. Todo esto los ha colocado en la cima de las aves más inteligentes. Ahora, con esta demostración de intuición geométrica, su reputación crece aún más.

La comparación con otros animales resulta interesante. Primates no humanos, considerados tradicionalmente como los más cercanos al hombre en términos de inteligencia, no han mostrado la misma facilidad en este tipo de tareas geométricas. Esto significa que los cuervos podrían tener un sentido visual más desarrollado en este ámbito particular, una ventaja evolutiva que los diferencia incluso de especies con cerebros más grandes.

Lo que se observa es una convergencia evolutiva: diferentes especies desarrollan capacidades cognitivas similares aunque pertenezcan a linajes distantes. En el caso de los cuervos, su estilo de vida, que exige ingenio, memoria y estrategias de supervivencia, probablemente favoreció la aparición de estas habilidades.

Estos hallazgos también nos invitan a replantear nuestra relación con el mundo animal. La frontera que solíamos trazar entre “lo humano” y “lo animal” se hace cada vez más difusa cuando descubrimos que otras especies comparten con nosotros capacidades que creíamos exclusivas. Reconocer formas geométricas, comprender patrones, anticipar resultados o tener memoria a largo plazo son habilidades que, lejos de pertenecer únicamente a la humanidad, forman parte de un repertorio más amplio de la inteligencia en la naturaleza.

Al pensar en los cuervos, no resulta extraño que distintas culturas los hayan considerado símbolos de sabiduría y misterio. Desde la mitología nórdica hasta las leyendas americanas, estas aves han sido asociadas con la inteligencia y la percepción. Hoy, los experimentos modernos parecen confirmar que esa intuición cultural tenía un fundamento real: los cuervos son, en efecto, criaturas con una mente mucho más compleja de lo que alguna vez imaginamos.

El descubrimiento de que los cuervos pueden reconocer formas geométricas irregulares sin entrenamiento previo amplía nuestra visión sobre la inteligencia animal. Lejos de ser simples observadores del entorno, estas aves analizan, comparan y distinguen elementos con una agudeza que se acerca sorprendentemente a la humana. Esta revelación no solo reafirma la posición de los cuervos como unas de las aves más inteligentes del planeta, sino que también nos recuerda algo esencial: la naturaleza guarda aún secretos fascinantes sobre la mente de los animales, secretos que desafían nuestra manera de entender el mundo y nos invitan a mirar con más respeto y admiración a quienes comparten con nosotros este planeta.