¿Cuál es la actividad física que ayuda a prevenir enfermedades oculares?
El ejercicio físico no solo es fundamental para mantener el corazón y el cerebro en buen estado, sino que también puede desempeñar un papel esencial en la salud ocular. Practicar actividad física con regularidad, especialmente aquellas de intensidad moderada o vigorosa, ayuda a prevenir enfermedades oculares relacionadas con el envejecimiento, como la degeneración macular asociada a la edad (DMAE) y el glaucoma. Estas patologías, que afectan a millones de personas en todo el mundo, suelen aparecer de manera silenciosa y progresiva, pero mantener una vida activa puede ser una de las formas más efectivas de reducir su riesgo.
La relación entre el ejercicio y la salud visual
El ojo, al igual que otros órganos del cuerpo, depende de un sistema circulatorio saludable. Una buena irrigación sanguínea garantiza que la retina, la mácula y el nervio óptico reciban el oxígeno y los nutrientes que necesitan para funcionar correctamente. Cuando la circulación se ve comprometida, como ocurre en casos de hipertensión o enfermedades cardíacas, también lo hace la capacidad del ojo para mantenerse en condiciones óptimas.
La práctica de ejercicio regular mejora la circulación, fortalece el corazón y favorece el flujo constante de sangre hacia los ojos. Esta mejor oxigenación y eliminación de toxinas contribuye a mantener la estructura ocular en buen estado y a prevenir daños asociados al envejecimiento. Por eso, el cuidado cardiovascular y el cuidado de la vista están más relacionados de lo que muchos imaginan.
Ejercicio y prevención de enfermedades oculares
Diversas investigaciones han mostrado que las personas físicamente activas presentan menor riesgo de desarrollar enfermedades degenerativas de la vista. El ejercicio moderado o intenso ayuda a reducir la presión intraocular, uno de los principales factores de riesgo del glaucoma, y puede mejorar la capacidad del cuerpo para controlar la inflamación, un proceso que está involucrado en el desarrollo de la DMAE.
Además, mantener una rutina activa favorece la regulación del azúcar en sangre y del colesterol, dos factores que influyen directamente en la salud ocular. Los niveles elevados de glucosa, por ejemplo, pueden dañar los vasos sanguíneos de la retina y provocar retinopatías, mientras que el colesterol alto puede obstruir el flujo sanguíneo, reduciendo la cantidad de oxígeno que llega al ojo.
Los beneficios del ejercicio vigoroso
Aunque cualquier tipo de actividad física aporta beneficios generales, no todas tienen el mismo impacto en la prevención de enfermedades oculares. Las actividades vigorosas —como correr, nadar, andar en bicicleta a ritmo rápido, practicar entrenamiento de fuerza o participar en deportes intensos— son las que generan mayores beneficios para la vista. Estas rutinas ayudan a mantener la presión arterial estable, estimulan el flujo sanguíneo y promueven una mejor función metabólica en todo el organismo, incluido el sistema visual.
Por el contrario, los ejercicios de baja intensidad, como caminar de manera ocasional o realizar tareas domésticas ligeras, ofrecen beneficios más limitados en este sentido. Si bien son recomendables para mantener la movilidad y el bienestar general, no brindan la misma protección ocular que un entrenamiento más exigente.
Ejemplos de actividades recomendadas
- Correr o trotar: mejora la circulación sanguínea y ayuda a mantener un peso saludable, reduciendo el riesgo de enfermedades metabólicas que afectan la vista.
- Natación: favorece la capacidad respiratoria y fortalece los músculos oculares al mantener la coordinación entre cuerpo y visión.
- Ciclismo: contribuye a la resistencia cardiovascular y al control de la presión intraocular.
- Entrenamiento de fuerza: estimula el metabolismo y fortalece los vasos sanguíneos, mejorando el suministro de nutrientes a los ojos.
- Clases de baile o aeróbicos: combinan actividad física vigorosa con coordinación visual y corporal, lo que mantiene la agudeza mental y visual.
Lo ideal es realizar al menos 150 minutos de ejercicio moderado o 75 minutos de ejercicio intenso por semana, distribuidos en varias sesiones. Esta frecuencia no solo protege la vista, sino que también previene otros problemas de salud como la obesidad o la diabetes tipo 2.
Ejercicio y salud ocular en personas mayores
El envejecimiento natural del cuerpo también afecta la vista. Con el paso del tiempo, los tejidos oculares se vuelven más frágiles, la circulación disminuye y aumenta el riesgo de padecer enfermedades como la DMAE o el glaucoma. Mantener una rutina física regular ayuda a contrarrestar estos efectos y a conservar la autonomía durante más tiempo.
Las personas mayores que realizan ejercicio moderado o vigoroso con constancia presentan una mayor capacidad para mantener su visión central y periférica. Esto no solo mejora su calidad de vida, sino que también reduce la probabilidad de sufrir caídas o accidentes domésticos, al conservar una mejor percepción del entorno.
Recomendaciones para quienes ya tienen enfermedades oculares
Las personas que ya padecen afecciones visuales pueden seguir beneficiándose del ejercicio, siempre que adapten su rutina a sus necesidades y capacidades. En casos de degeneración macular avanzada o pérdida de visión central, se recomienda optar por actividades seguras, en espacios conocidos y con buena iluminación.
Ejercicios como el yoga adaptado, las caminatas en interiores o las sesiones de bicicleta estática pueden ser buenas alternativas para mantener la actividad física sin exponerse a riesgos. Además, el entrenamiento ligero de fuerza con supervisión contribuye a fortalecer el cuerpo, mejorar el equilibrio y mantener la independencia.
El objetivo principal en estos casos no es revertir la enfermedad, sino ralentizar su avance, mejorar la circulación y preservar la mayor funcionalidad posible del sistema visual.
Mantener la vista y la autonomía con el movimiento
Practicar ejercicio con regularidad es una de las estrategias más efectivas para cuidar la vista a largo plazo. A través de una buena salud cardiovascular, el cuerpo mantiene un flujo sanguíneo óptimo hacia los ojos, lo que protege la retina, la mácula y el nervio óptico.
Más allá de los beneficios fisiológicos, el movimiento también tiene un impacto psicológico positivo. Las personas mayores activas suelen experimentar menor estrés, mejor descanso y mayor autoestima, factores que indirectamente benefician la salud ocular, ya que el estrés crónico puede contribuir a la presión intraocular elevada y al desgaste de los tejidos oculares.
La relación entre actividad física y salud visual demuestra que cuidar la vista no se limita al uso de lentes o controles médicos, sino que abarca todo el estilo de vida. Mantener una rutina de ejercicios vigorosos, acompañada de una alimentación equilibrada y un descanso adecuado, puede marcar una gran diferencia en la prevención de enfermedades oculares y en la conservación de la visión con el paso de los años.
Dedicar tiempo al movimiento no solo fortalece el cuerpo, sino que también protege uno de los sentidos más valiosos: la vista. En definitiva, cada paso, pedaleada o brazada cuenta para mantener los ojos saludables y disfrutar del mundo con claridad por más tiempo.



