El sorprendente hallazgo detrás del ADN de una mujer de 117 años: el alimento que podría ayudar a vivir más tiempo
La ciencia continúa acercándose al misterio de la longevidad extrema, y un nuevo estudio podría haber dado un paso decisivo. El análisis del ADN de María Branyas Morera, quien vivió hasta los 117 años, ha revelado pistas fascinantes sobre los factores que podrían influir en una vida larga y saludable. Su historia, marcada por más de un siglo de experiencias, ha despertado un enorme interés en la comunidad científica.
María Branyas Morera nació el 4 de marzo de 1907 en Estados Unidos, en una época donde el mundo aún desconocía los avances tecnológicos que hoy consideramos cotidianos. Su vida fue un verdadero recorrido por la historia: atravesó dos guerras mundiales, la pandemia de COVID-19 y vio surgir la era digital. Tras mudarse con su familia a Cataluña en 1915, María desarrolló una conexión profunda con la naturaleza y el estilo de vida mediterráneo, factores que podrían haber sido claves en su longevidad.
Antes de su fallecimiento en 2024, hizo una solicitud muy particular: permitir que un equipo de científicos españoles analizara su perfil biológico y genético para entender las razones detrás de su salud excepcional. Investigadores de la Universidad de Barcelona y del Instituto de Investigación de la Leucemia Josep Carreras participaron en el estudio, recolectando muestras de tejido y examinando la composición genética de la supercentenaria.
El doctor Manel Esteller, líder del proyecto, explicó en una entrevista que el caso de María era único. “La regla general es que a medida que envejecemos nos enfermamos más, pero ella era una excepción y queríamos entender por qué”, señaló. Según el investigador, los resultados permitieron “separar el envejecimiento de la enfermedad”, algo que hasta ahora parecía imposible.
Los análisis demostraron que la biología de María equivalía a la de una persona 10 o 15 años más joven que su edad real. Tenía niveles bajos de colesterol malo y triglicéridos, y en cambio mostraba un nivel alto de colesterol bueno, lo que sorprendió a los especialistas. Además, mantenía una salud cardiovascular sólida, una mente lúcida y una energía que desafiaba cualquier expectativa.
Uno de los hábitos que más llamó la atención de los científicos fue su amor por el yogur, especialmente el de la marca española La Fageda, conocido por su alto contenido de probióticos que ayudan a reducir la inflamación y fortalecen el sistema inmunológico. María comenzaba sus mañanas con un batido que combinaba este yogur con ocho tipos de cereales, una costumbre que, según los expertos, podría haber tenido un impacto positivo en su microbiota intestinal y, en consecuencia, en su bienestar general.
Otro aspecto que fascinó a los investigadores fue el estudio de sus telómeros, las estructuras que protegen los extremos de los cromosomas. Normalmente, su acortamiento se asocia con el envejecimiento, pero en el caso de María, los científicos observaron una variación que podría haberla protegido de enfermedades graves, incluyendo ciertos tipos de cáncer.
El doctor Esteller afirmó que la longevidad extrema es el resultado de una “combinación entre lo que heredamos y lo que hacemos con lo que heredamos”. En otras palabras, una mezcla equilibrada entre genética y estilo de vida saludable.
Más allá de la ciencia, María también dejó un poderoso mensaje. Tras sobrevivir al COVID-19 a los 113 años, se convirtió en la persona más anciana en superar la enfermedad y aprovechó la atención mediática para enviar una reflexión al mundo: “Esta pandemia ha puesto de manifiesto que las personas mayores son los olvidados de nuestra sociedad. Han luchado toda su vida, no se merecían dejar este mundo de esta manera”.
Su biografía en redes sociales la describía con humor: “Muy mayor, pero no idiota”. Vivió en Cataluña rodeada de su familia —tres hijos, once nietos y trece bisnietos— y compartía consejos sobre cómo alcanzar una vida larga y plena. Entre ellos destacaban la tranquilidad emocional, la positividad, el contacto con la naturaleza, y sobre todo, alejarse de las personas tóxicas.
La historia de María Branyas Morera no solo inspira, sino que también ofrece a la ciencia una oportunidad única para comprender los secretos de la longevidad humana. Su ejemplo demuestra que vivir más años no depende únicamente de los genes, sino también de los pequeños hábitos diarios, la actitud ante la vida y, tal vez, de un sencillo pero poderoso alimento: un yogur al comenzar el día.



