La Unión Europea impulsa la construcción de gigafactorías de IA para reducir su dependencia de Estados Unidos y China

En plena carrera global por el dominio de la inteligencia artificial, la Unión Europea ha decidido dar un paso decisivo para posicionarse como una potencia tecnológica independiente. Con la mirada puesta en alcanzar a gigantes como Estados Unidos y China, Bruselas ha presentado un ambicioso plan que contempla la construcción de varias gigafactorías de inteligencia artificial (IA) en los próximos años. Esta estrategia, que implicará una inversión multimillonaria, busca no solo fortalecer la infraestructura tecnológica del continente, sino también fomentar la soberanía digital europea.

El proyecto, que se encuentra en su fase inicial, contempla una inversión de aproximadamente 20.000 millones de euros. Estos fondos se destinarán a levantar nuevos centros tecnológicos que albergarán algunas de las supercomputadoras más potentes del planeta. La intención de la Comisión Europea es clara: transformar a Europa en un verdadero “continente de IA”, según las palabras de Henna Virkkunen, vicepresidenta de la Comisión. El objetivo no es simplemente competir, sino posicionarse a la altura de las grandes potencias tecnológicas y romper la actual dependencia que mantiene Europa con respecto a empresas y centros de datos ubicados en Estados Unidos y China.

Una brecha tecnológica que urge cerrar

El retraso europeo en materia de inteligencia artificial ha sido documentado por diversas fuentes. Uno de los informes más citados al respecto, elaborado por la Universidad de Stanford, señala que en 2024 existían al menos 40 modelos de IA altamente avanzados desarrollados en Estados Unidos. China, por su parte, ha logrado posicionarse como un competidor robusto con 15 modelos reconocidos internacionalmente. Europa, en comparación, apenas cuenta con tres modelos relevantes, todos ellos desarrollados en Francia.

Esta situación refleja no solo un desfase tecnológico, sino también una preocupante falta de autonomía en uno de los sectores más estratégicos del siglo XXI. Mientras que países como Estados Unidos lideran el desarrollo de herramientas como los chatbots, los vehículos autónomos y los sistemas de diagnóstico médico basados en IA, Europa se encuentra todavía en una fase incipiente de consolidación tecnológica.

Francia y Alemania, los países más avanzados del bloque comunitario en esta materia, ocupan el sexto y el octavo lugar, respectivamente, en el ranking global de influencia en inteligencia artificial. Este panorama ha encendido las alarmas en Bruselas, donde se considera imprescindible reducir la dependencia tecnológica externa y garantizar que los datos generados en Europa se procesen y almacenen en territorio europeo.

Un plan ambicioso con 13 gigafactorías en el horizonte

Para revertir esta situación, la Unión Europea ha trazado un plan que contempla la construcción de 13 gigafactorías de IA a lo largo de la próxima década. Estos complejos tecnológicos estarán equipados con supercomputadoras de última generación y centros de datos preparados para manejar enormes volúmenes de información. La idea es que estos centros sirvan como base para que investigadores, startups y universidades puedan desarrollar, entrenar y probar sus propios modelos de inteligencia artificial sin depender de servidores en el extranjero.

Durante la primera fase del proyecto, se planea levantar entre tres y cinco gigafactorías, con un coste individual que oscila entre los 3.000 y los 5.000 millones de euros. En comparación, las mayores fábricas de IA existentes actualmente en el mundo tienen un coste aproximado de 600 millones de euros. Esto significa que Europa no escatimará en recursos para asegurarse una infraestructura capaz de competir con los centros tecnológicos de Silicon Valley o de Shenzhen.

Estas instalaciones estarán dotadas con miles de procesadores de inteligencia artificial. Según las previsiones iniciales, algunas de estas supercomputadoras podrían albergar hasta 25.000 unidades de procesamiento, y a largo plazo, se espera que una sola gigafactoría supere los 100.000 procesadores trabajando en paralelo.

Un reto energético y medioambiental

Sin embargo, este ambicioso despliegue tecnológico no está exento de desafíos, especialmente en el plano energético. Las supercomputadoras requieren una enorme cantidad de electricidad para funcionar, además de grandes volúmenes de agua para mantener los sistemas de refrigeración. En un contexto en el que Europa lucha por alcanzar objetivos de sostenibilidad y reducción de emisiones, este consumo adicional ha despertado cierta preocupación.

La Comisión Europea ha prometido que el funcionamiento de estas nuevas instalaciones se apoyará en fuentes de energía renovables. Actualmente, cerca del 47% de la electricidad producida en el continente proviene de energías limpias, como la solar, la eólica o la hidroeléctrica. Sin embargo, organizaciones ecologistas como Greenpeace han expresado sus reservas. John Hyland, portavoz de la organización, advirtió que “aunque Europa ha hecho avances significativos hacia un modelo eléctrico basado en renovables, este tipo de proyectos podría comprometer el progreso alcanzado si no se gestiona correctamente el aumento del consumo energético”.

Cambios regulatorios para facilitar el desarrollo

Además de los retos técnicos y económicos, la creación de estas gigafactorías también obligará a modificar el marco legal que regula la inteligencia artificial en Europa. La actual legislación, diseñada para proteger los derechos digitales de los ciudadanos, podría resultar demasiado restrictiva para el tipo de desarrollos que se pretenden impulsar en estas instalaciones.

Se espera que, en paralelo a la construcción de los centros, la Comisión Europea impulse una reforma normativa que permita un mayor margen de maniobra para la experimentación y el desarrollo de IA, sin renunciar por ello a los principios éticos y de privacidad que caracterizan a la legislación europea. Esta será, sin duda, una tarea delicada, ya que deberá equilibrar la necesidad de innovación con la protección de los derechos fundamentales.

Una apuesta por la soberanía digital

Con esta iniciativa, la Unión Europea pretende recuperar terreno en un sector que será clave para el futuro económico, industrial y social del continente. La inteligencia artificial no solo está transformando industrias como la medicina, la agricultura o el transporte, sino que también plantea cuestiones profundas sobre el empleo, la educación y la toma de decisiones automatizadas.

Bruselas es consciente de que quedarse al margen en esta transformación implicaría renunciar a parte de su soberanía tecnológica y depender cada vez más de decisiones tomadas fuera del continente. Por ello, la construcción de estas gigafactorías no es solo una apuesta por la innovación, sino también una declaración política sobre el papel que Europa quiere desempeñar en el nuevo orden digital global.

La carrera ya ha comenzado, y aunque Europa parte con cierto retraso, la magnitud del esfuerzo económico y estratégico indica que está dispuesta a acelerar el paso. Solo el tiempo dirá si esta apuesta por la inteligencia artificial dará los frutos esperados, pero por ahora, el mensaje es claro: Europa quiere dejar de ser espectadora y convertirse en protagonista del futuro digital.