Los compañeros de inteligencia artificial: un fenómeno que crece entre los adolescentes
Cada vez más adolescentes recurren a los llamados “compañeros de IA”, programas creados para mantener conversaciones personalizadas y ofrecer compañía virtual. Según un reciente estudio realizado en Estados Unidos, el 72% de los jóvenes de entre 13 y 17 años ha utilizado alguna de estas plataformas, lo que refleja un cambio importante en la manera en que las nuevas generaciones interactúan con la tecnología. La expansión de este fenómeno plantea interrogantes sobre sus beneficios, su influencia emocional y los riesgos que puede implicar en el entorno digital.
¿Qué son los compañeros de IA?
A diferencia de los asistentes virtuales que se enfocan en tareas o respuestas rápidas, los compañeros de inteligencia artificial están diseñados para mantener diálogos prolongados, crear vínculos emocionales y simular relaciones personales. Pueden presentarse como amigos, confidentes o personajes ficticios, y se adaptan al tono, estilo y estado de ánimo del usuario. Su objetivo principal no es resolver dudas, sino ofrecer interacción constante, escucha activa y acompañamiento emocional.
Estas aplicaciones funcionan las 24 horas del día y están disponibles en múltiples formatos: desde chats de texto hasta versiones con voz o avatares virtuales. En ellas, los usuarios pueden hablar sobre su vida, practicar idiomas, pedir consejos o simplemente pasar el rato conversando. La frontera entre entretenimiento y conexión emocional se vuelve, por tanto, difusa.
¿Por qué los adolescentes recurren a ellos?
El atractivo de los compañeros de IA radica en la posibilidad de hablar con alguien sin sentirse juzgado, en un entorno controlado y accesible en cualquier momento. Entre los motivos más frecuentes se destacan el entretenimiento, la curiosidad por la tecnología y la necesidad de contar con alguien “siempre disponible”. Algunos jóvenes valoran especialmente que estas conversaciones sean privadas y no requieran exponerse ante otros.
El fenómeno va más allá del simple uso ocasional. Siete de cada diez adolescentes han probado alguna de estas plataformas, y muchos las utilizan con regularidad. Un 13% conversa con su compañero de IA todos los días, mientras que un 21% lo hace varias veces por semana. La mayoría afirma hacerlo por diversión o para distraerse, aunque una parte significativa reconoce que encuentra en la IA un espacio donde expresar emociones o pensamientos que no compartiría con amigos o familiares.
Una nueva forma de socialización
Aunque la mayoría de los jóvenes no considera a la inteligencia artificial como un reemplazo de las relaciones humanas, una proporción cada vez mayor la utiliza para suplir, en parte, necesidades sociales o afectivas. Un 33% de los usuarios la emplea como un “amigo” o “mejor amigo”, y algunos incluso establecen lazos de carácter romántico o emocional. En este contexto, la IA se convierte en un espacio de práctica de habilidades sociales, pero también en una herramienta que puede generar dependencia.
A pesar de la aparente cercanía, la confianza hacia la IA no es total. La mitad de los adolescentes desconfía de la información o los consejos que recibe, y solo un 23% dice confiar plenamente. Las percepciones varían según la edad: los más jóvenes tienden a depositar más confianza que los mayores. En cuanto a la calidad de las conversaciones, dos tercios consideran que no se comparan con las que mantienen con personas reales, aunque un 31% opina que son igual de satisfactorias o incluso mejores.
Riesgos y dilemas emocionales
Uno de los principales problemas que plantea el uso de estos compañeros virtuales es la posible confusión entre la empatía simulada y la comprensión real. Muchos adolescentes sienten que la IA “los entiende”, cuando en realidad se trata de respuestas generadas a partir de patrones de lenguaje. Esto puede alimentar una falsa sensación de conexión o seguridad emocional.
El estudio también revela que un tercio de los adolescentes ha preferido conversar con una IA antes que con una persona sobre un tema importante, y uno de cada cuatro ha compartido datos personales, como su nombre o ubicación. Además, el 34% de los usuarios afirmó haber tenido experiencias incómodas por algo que la IA dijo o hizo, lo que demuestra que, pese a su aparente control, estas plataformas pueden generar malestar o confusión emocional.
Existen además preocupaciones sobre la privacidad. Algunos servicios de este tipo incluyen en sus términos de uso cláusulas que permiten almacenar, modificar o comercializar la información que los usuarios comparten, incluso si luego eliminan su cuenta. Esto significa que los datos personales, conversaciones o confesiones pueden quedar en poder de las empresas de forma indefinida.
Beneficios y usos positivos
Pese a los riesgos, no todo es negativo. Una parte importante de los adolescentes afirma que estas plataformas les han ayudado a practicar habilidades sociales, mejorar su expresión emocional o reforzar la confianza en sí mismos. Algunos incluso logran transferir esas capacidades al mundo real, aplicándolas en sus relaciones personales. El desafío está en mantener un equilibrio entre el uso recreativo y el vínculo emocional, sin permitir que la IA sustituya las interacciones humanas.
El diseño de estos sistemas, sin embargo, plantea dilemas éticos. Muchos están programados para ser complacientes, reforzando constantemente las emociones y opiniones del usuario, lo que puede crear una sensación de validación constante. A esto se suman la ausencia de verificación de edad y la facilidad con la que los menores pueden acceder a contenidos no apropiados.
Recomendaciones para un uso más seguro
Ante el crecimiento del uso de compañeros de IA entre adolescentes, distintas instituciones y organizaciones proponen medidas para reducir los riesgos y fomentar un uso responsable. Entre las principales sugerencias se encuentran:
Para las escuelas
- Incluir en los programas de educación digital contenidos sobre cómo funcionan los algoritmos de las IA y cómo pueden generar apego emocional.
- Establecer políticas claras sobre el uso de estas plataformas en el ámbito educativo.
- Capacitar al personal docente para identificar señales de dependencia o aislamiento en los estudiantes.
Para las empresas tecnológicas
- Implementar sistemas de verificación de edad más rigurosos.
- Incorporar intervención humana en casos de crisis o conductas preocupantes.
- Limitar las horas de uso y evitar que las IA se presenten como profesionales sin respaldo real.
Para los legisladores
- Establecer normas que protejan la privacidad y los datos personales de los menores.
- Regular las condiciones de uso de los servicios que impliquen interacción emocional con inteligencia artificial.
- Imponer sanciones a las compañías que incumplan estas reglas o manipulen datos sensibles.
Para las familias
- Mantener conversaciones abiertas sobre cómo funcionan los compañeros de IA y qué tipo de relación establecen.
- Acordar pautas de uso y horarios limitados.
- Explicar que la atención o el afecto expresados por una IA no equivalen a la empatía genuina de una persona.
La inteligencia artificial no ha reemplazado a las amistades reales, pero ya ocupa un lugar importante en la vida de los adolescentes. Su presencia puede ofrecer beneficios como la práctica social o el acompañamiento emocional, siempre que se utilice con conciencia y límites claros. El desafío de los próximos años será encontrar el equilibrio entre aprovechar sus ventajas y proteger el desarrollo emocional de quienes más interactúan con esta nueva forma de compañía digital.



