¿Tienes una marca redonda en el brazo? Esto revela un detalle histórico que pocos conocen

Muchas personas mayores de cierta edad tienen en su brazo superior izquierdo una pequeña cicatriz redonda y hundida que a menudo pasa desapercibida o es confundida con una simple marca de nacimiento. Sin embargo, esta señal en la piel guarda una historia de gran importancia médica y social, y representa uno de los hitos más significativos en la lucha global contra las enfermedades.

Esa particular cicatriz proviene de la vacuna contra la viruela, una de las campañas de inmunización más extendidas y exitosas de la historia. Durante varias décadas del siglo XX, millones de personas alrededor del mundo fueron vacunadas con el objetivo de erradicar esta enfermedad infecciosa que causó incontables muertes a lo largo de los siglos. La vacuna, aplicada de forma masiva hasta finales de los años 70 en muchos países, dejaba una huella inconfundible debido a su método de administración.

A diferencia de las vacunas modernas, que suelen aplicarse con jeringas de una sola aguja, la vacuna contra la viruela se suministraba mediante una aguja bifurcada, diseñada para realizar múltiples punciones en la misma zona de la piel, generalmente entre 10 y 15. Este procedimiento provocaba una leve reacción en el área, que solía inflamarse y desarrollar una costra. Una vez curada, la zona dejaba como resultado una cicatriz circular y deprimida, que con el tiempo se convirtió en una característica reconocible para toda una generación.

El uso masivo de esta vacuna fue discontinuado entre los años 1972 y 1980, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que la viruela había sido oficialmente erradicada. Gracias a esa decisión histórica, hoy el virus que causaba esta enfermedad ha desaparecido por completo en la naturaleza. Desde entonces, la vacuna solo se aplica en casos muy específicos, como a ciertos trabajadores de laboratorio o personal militar que podría estar expuesto a versiones manipuladas del virus.

Una de las dudas más frecuentes es si esta cicatriz puede confundirse con la marca que deja la vacuna BCG, utilizada contra la tuberculosis. Aunque ambas dejan huellas en la piel, existen diferencias claras: la cicatriz de la BCG suele ser más elevada y a veces se ubica en el brazo derecho, mientras que la de la viruela es más profunda, circular y generalmente está en el brazo izquierdo.

Además de su valor como símbolo histórico, esta marca podría seguir teniendo relevancia médica. Algunos estudios recientes han planteado que aquellas personas que recibieron la vacuna contra la viruela en su infancia podrían conservar cierta inmunidad cruzada frente a otros virus emparentados, como el que provoca la viruela del mono. Si bien esta hipótesis aún está en evaluación, refuerza la importancia de las campañas de vacunación y su impacto a largo plazo.

Llevar esta cicatriz es, en cierto sentido, como portar un testimonio en la piel de un momento crucial en la historia de la medicina. Es un recordatorio visible de cómo la ciencia, a través del esfuerzo colectivo, logró contener y eliminar una de las enfermedades más devastadoras que haya conocido la humanidad.

Así que, si notas esta marca en tu brazo o en el de algún familiar mayor, ahora sabes que no es solo una cicatriz, sino una evidencia de que fueron parte de una generación que colaboró, sin saberlo, en uno de los mayores logros sanitarios de todos los tiempos.